El alto impacto de las partículas de microplásticos en los ecosistemas y en la salud de las personas plantea un desafío que exige grandes esfuerzos conjuntos y mayores acciones locales, que contribuyan a enfrentar la compleja crisis global de contaminación por plásticos. En este camino de transición, uno de los primeros pasos es promover una economía circular mediante un ciclo cerrado de producción, consumo y reutilización de plásticos, así como seguir ampliando la normativa actual y creando mayor conciencia colectiva acerca de la problemática.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA): "la contaminación por plásticos en los ecosistemas acuáticos ha crecido considerablemente en los últimos años y se prevé que se duplique para 2030, con consecuencias nefastas para la salud, la economía, la biodiversidad y el clima". La velocidad con la que avanza la contaminación de los océanos genera gran preocupación por los efectos que está causando en la biodiversidad y en el cuerpo humano, con cambios hormonales, trastornos del desarrollo, anomalías reproductivas y cáncer.
Recientes reportes publicados en la Plataforma de Acción para los Plásticos, una iniciativa del Ministerio de Ambiente en conjunto con el Foro Económico Mundial y el Gobierno de Reino Unido, alertan acerca de los daños que están generando en los colombianos, los Micro y nanoplásticos (MNPs), así como aditivos como ftalatos y bisfenoles, al estar presentes en alimentos, bebidas, aire y productos de uso cotidiano como cosméticos. La invasión en el organismo es tal que se encontraron microplásticos en el cordón umbilical, la placenta y la sangre de mujeres gestantes.
Debido a que estos fragmentos no son biodegradables, por acciones de la naturaleza van quedando reducidos a piezas milimétricas que, al ser consumidas por los peces, moluscos o crustáceos, están ingresando en nuestra cadena alimentaria. El mencionado estudio confirmó que en peces como la lisa, la mojarra, el bagre, el sábalo y el bocachico hay microplásticos que pueden llegar a tener hasta 16.000 químicos diferentes, de los cuales se ha comprobado que 4.000 afectan la salud humana y de 6.000 de ellos se desconoce su impacto.
Aunque en el año 2022 logramos la sanción de la Ley 2232 de 2022 que establece la reducción gradual de la producción y consumo de plásticos de un solo uso, una norma que ha contribuido a desincentivar el uso de plástico en el país y ha promovido alternativas sostenibles, todavía estamos lejos de lograr una reducción significativa de la contaminación por plásticos en el país. Es imperioso seguir ampliando las normas regulatorias, los incentivos para la producción de alternativas sostenibles y de economía circular, y también las estrategias de educación e información ambiental a la ciudadanía para avanzar en la reducción del consumo de plásticos, el reciclaje, la reutilización, y el impulso de modelos de producción y consumo más responsables.
La gran plaga de este siglo es el microplástico, partículas menores a cinco milímetros amenazan la salud pública y los ecosistemas. Tenemos un enorme desafío colectivo que no da espera, una amenaza silenciosa que hay que detener con políticas estructurales y transformación cultural. Hay mucho por hacer en esta lucha por la vida.