Si queremos derrotar la violencia que, por más de seis décadas, ha derramado tanta sangre inocente en nuestro país, lo primero que debemos desarmar es la palabra, para que las ofensas y los odios no sigan causando más heridas. Como colombianos, estamos obligados a unirnos en un mismo sentir, en torno al perdón y la reconciliación, como motores de una nueva mentalidad que sirva al progreso y a la estabilidad social.
Se han vuelto paisaje las discusiones por el desprestigio y la invalidación del otro que protagonizan líderes políticos y ciudadanos en las redes sociales. Aunque históricamente Colombia ha sido un país de fuertes antagonismos políticos, desde los tiempos del Libertador Simón Bolívar, es lamentable que hoy, después de todo lo que hemos luchado, sigamos encarnizados en profundas confrontaciones ideológicas que promueven la discordia y nos alejan de los consensos.
El clima de crispación social y política que atraviesa el país, alimentado por la desinformación, la desconfianza en las instituciones, la polarización y la violencia, está intensificando los conflictos entre los distintos poderes del Estado, con consecuencias negativas para la nación. Mientras tanto, la posibilidad de una reconciliación se aleja cada vez más. La sensibilidad o la falta de ella acentúa posturas opuestas que se nutren de verdades a medias, generando un radicalismo que nos está destruyendo. Es momento de detenernos, abrir espacios de empatía y propiciar un diálogo constructivo que nos permita encontrarnos y avanzar hacia el país que todos anhelamos.
Nuestros últimos dos siglos han sido escritos bajo el rumor de las bayonetas, los fusiles, las metralletas y las bombas. Mucha sangre de gente inocente ha corrido por nuestras tierras. Y aun así, nos estamos envenenando y enfermando con argumentos sacados de contexto que no corresponden a la realidad, pero que se acomodan convenientemente a determinado pensamiento y postura. Mucho es el retraso político, económico y social que nos hemos ganado a causa del conflicto. Es hora de silenciar las armas, las palabras ofensivas y hablar de reconciliación.
El pasado domingo, los colombianos expresamos nuestro rechazo a los hechos violentos que se han registrado en el territorio nacional y nos unimos en ferviente oración por la salud del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, quien hoy libra la batalla más importante de su vida. Han sido conmovedoras las expresiones de solidaridad y compasión que han manifestado en estos días miles de colombianos. La velatón nacional de ayer fue una de ellas; una manifestación popular pacífica y un fuerte llamado a la construcción de un país desde la paz, el amor, la empatía, el respeto por las diferencias y el compromiso colectivo.
La teoría político-académica señala que una sociedad en paz entrega sus mejores propósitos y esfuerzos al trabajo por el progreso social y económico, en desarrollo de programas justos y equitativos. "El hombre tiene que establecer un final para la guerra. Si no, la guerra establecerá un final para la humanidad", dijo sabiamente alguna vez el sacrificado presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy. La violencia y la destrucción ya no caben en el corazón de los colombianos.